La Salud en Jaque
Hace tiempo que quiero compartir unas reflexiones acerca de la alimentación. El progreso nos ha traído muchos beneficios y comodidades, sin embargo también ha propiciado muchas alteraciones en nuestros hábitos y muchos desequilibrios en la naturaleza, incluso en la de nuestros cuerpos.
Generalmente tenemos vidas sedentarias, comidas rápidas y con muchos alimentos procesados y refinados. Ya no tenemos tiempo para elaborar y procesar los alimentos como hacían nuestros antepasado, y en cambio la industria alimentaria nos proporciona cada vez un grado de procesamiento mayor. Recuerdo cuando el fiambre se compraba en la charcutería al corte, y hoy día está ya loncheado en bandejas. O los platos precocinados, cada vez más incorporados a la dieta diaria.
Antes se elaboraban los panes, galletas, bollos, etc., hoy todo eso es producido industrialmente, para lo cual hacen falta conservantes, estabilizadores, aromas, colorantes,…
Antes exprimíamos o licuábamos las frutas para tomar un zumo, ahora se compran en tetrabrick. Cuando te paras a leer su composición te preguntas que estas bebiendo y cómo lo procesará tu cuerpo.
Si lo que comemos se procesa en el estómago y en los intestinos para extraer los nutrientes y llevarlos al resto del organismo, donde se incorpora a las células del cuerpo, se me aparece como indiscutible la afirmación de que SOMOS LO QUE COMEMOS. Más aún si lo miramos a nivel microscópico o atómico. Las moléculas, los átomos que entran en nuestro cuerpo se incorporan a él, y otros se liberan y devuelven a la tierra en un ciclo en que todos los átomos pasan por todo lo que forma parte de este planeta. Aquí empieza otra reflexión más profunda en torno a la consciencia de unidad colectiva. Pero no era este mi propósito en este post.
Volviendo a la alimentación, en este punto me planteo que si estas moléculas y sustancias que ingerimos están alteradas o modificadas, bien por ser transgénicas, o bien por diversos procesos industriales como los que se aplican para refinar los azúcares o las grasas, vegetales o animales, o para obtener los almidones y féculas, etc… (cuando miras los ingredientes de la mayoría de los alimentos que no están en su estado puro originario sin procesar, te encuentras todas estas palabras que no suenan naturales como hidrogenado, liofilizado, deshidratado, concentrado, refinado,…); y si además en la producción de los alimentos se utilizan fertilizantes químicos, pesticidas, hormonas y antibióticos, empiezo a pensar que esos “alimentos” se parecen bien poco a lo que la naturaleza desarrollo en cientos de miles de millones de años para mantener un equilibrio en el sistema.

Así que si comemos cosas que están alteradas, es fácil pensar que el cuerpo, que tiene que procesar esas cosas alteradas va a tener dificultades para hacerlo. Cuando los aminoácidos y estructuras de los alimentos que comemos y tienen que incorporarse al cuerpo son diferentes de las presentes en estado puro en la naturaleza, el proceso de incorporación de esas sustancias a nuestro cuerpo, que está esperando una estructura molecular distinta, se va a realizar con fallos de ensamblaje. Y aquí empiezan las enfermedades. Enfermedades que en muchos casos están normalizadas en nuestra sociedad y que asumimos como normales.
De un tiempo a esta parte ha crecido mi interés y consciencia a cerca de la importancia de la alimentación en la salud y el bienestar, mío y de mi familia, y he cambiado mi opinión de lo que antes consideraba una excesiva preocupación de algunas personas por lo “bio” o “eco” a una mayor consciencia en torno a una alimentación saludable y sostenible.
Mi interés personal y mi convicción de que esto es bueno para todos me lleva a buscar, investigar , preguntar, experimentar y aprender más de estas cuestiones. Apenas estoy empezando, pero me parece un camino apasionante que quiero compartir con todos aquellos que compartan esta inquietud.
Aprender sobre las propiedades y beneficios de cada alimento, pero no solo de esto sino de cómo según se cocinan o combinan con otros podemos potenciar o neutralizar sus beneficios, aprender sobre el efecto de los alimentos ácidos y alcalinos en el cuerpo, sobre como la dieta occidental de nuestro tiempo es eminentemente ácida y como esto acelera el envejecimiento de las células y favorece la aparición de enfermedades, y como recuperar un equilibrio con alimentos alcalinos, me parece fascinante. Y aún más, vislumbrar la relación entre lo que comemos y cómo nos sentimos, o a la inversa: cómo nos sentimos y entonces qué comemos, es un área de conocimiento que me atrae y a la que quiero dedicar una parte de mi tiempo y curiosidad.
Por todo esto he preparado un ciclo de talleres sobre alimentación consciente en los que ir desgranando estos conocimientos, experimentando, aprendiendo, compartiendo y conectado con otras personas que compartan estas inquietudes.
Y un reto más, impulsar y propiciar la consolidación de productores sostenibles, ecológicos y locales me parece un paso más necesario para construir este sistema local consciente en equilibrio en el que quiero vivir. Un paso que ya he dado.
¿Y tú, qué comes?
Tino Barber